Las recaídas son uno de los mayores temores en la recuperación, tanto propias como de quienes nos rodean. Cuando alguien cercano recae, se remueven emociones intensas y se pone a prueba nuestra estabilidad. Este artículo explora cómo enfrentarlas, el impacto que tienen en el proceso y por qué no debemos normalizarlas como parte inevitable del tratamiento.
El confinamiento por COVID-19 fue una pesadilla para muchos, pero para mí fue una oportunidad inesperada para empezar mi verdadera recuperación. En este artículo, comparto cómo el «parón» del mundo me ayudo a avanzar, enfrentar mis demonios, reflexionar y construir una recuperación que, casi cinco años después, sigue en pie. Un relato sobre cómo, a veces, de las mayores crisis podemos encontrar algo de luz.
Tocar fondo fue uno de los momentos más oscuros de mi vida. Después de mi última recaída, experimenté el miedo más profundo, ese que me hizo darme cuenta de lo poco que controlaba mi adicción. Sin embargo, fue también el punto de partida para empezar mi verdadera recuperación. Esta es mi historia de cómo el miedo, la desesperación y la rendición me llevaron a un nuevo comienzo.
Cuando inicié mi tratamiento, las restricciones parecían absurdas: entregar el móvil, dejar de usar redes sociales, cambiar de número y establecer horarios estrictos. Al principio, todo se sentía como una pérdida de libertad. Con el tiempo, entendí que esas limitaciones me ayudaron a enfrentar el vacío que la adicción tapaba. Aceptar estas restricciones fue clave para poder ver con claridad y comenzar mi recuperación. Aunque incómodas, son un sacrificio temporal para alcanzar una libertad más profunda.
La culpa es uno de los sentimientos más comunes y difíciles de manejar durante el proceso de recuperación de una adicción. Ya sea por las decisiones tomadas durante la adicción o por los daños causados a seres queridos, este sentimiento puede pesar enormemente en la persona en recuperación. En este artículo, exploramos cómo reconocer, enfrentar y trabajar con la culpa de una manera constructiva, sin dejar que frene el avance hacia una vida más sana y plena. La culpa no tiene por qué ser una carga eterna; puede transformarse en una poderosa herramienta de cambio y crecimiento.
