Cuando el mundo se detiene: La pandemia y su impacto en mi recuperación

El pasado 4 de noviembre, las alarmas de emergencia sonaron en toda la costa de Barcelona debido a las alertas climáticas, a modo de prevención por lo ocurrido una semana antes con la DANA en Valencia, con todas las muertes y destrozos que dejo atrás. En ese momento me vino a la cabeza el recuerdo de otro momento de alarma en mi vida: en el año 2020, cuando hice el ingreso en el centro de desintoxicación y al poco tiempo el mundo entero se paralizó a causa de la pandemia de COVID-19. Para muchos, esos meses fueron un infierno, con seres queridos enfermos o lamentablemente muriendo, mucho miedo y desesperación. Sin embargo, en mi caso, ese parón mundial, aunque difícil, fue el empujón que necesitaba para empezar mi verdadera recuperación. 

Hoy quiero compartir con vosotros cómo viví esa experiencia y las reflexiones que me dejó.

Ese parón mundial fue el empujón que necesitaba para empezar mi verdadera recuperación.

Cuando todo cambió y no quedó otra que cambiar

A comienzos de 2020, ya estaba en tratamiento, pero, como tantas otras veces, volví a recaer. Durante la cabalgata de Reyes, intenté ocultarlo, pero, una vez más, me pillaron. Pero a diferencia de las otras veces, esta vez fue el límite para mi pareja, quien con todo el dolor decidió que debía cuidarse a sí misma y a nuestra hija. Nos teníamos que separar, aunque fuera temporalmente para poder ponerme bien. 

Esta vez se tenían que hacer las cosas diferentes, y el primer paso consistía en ingresar en un centro de desintoxicación.

La sombra del COVID-19 y la ansiedad creciente

Las fechas exactas no las consigo recordar, pero sí que tengo super presente que cuando durante el ingreso me visitaba el psicólogo, le hablaba sobre la preocupación que me venía cuando  empezaron a aparecer las primeras noticias sobre infectados por el COVID-19. Recuerdo claramente lo que contaban de ese «nuevo virus», cómo iba acercándose desde China hasta Italia y, finalmente, a España. En ese momento fui más consciente que nunca de lo jodidas que son las enfermedades mentales, y lo mal que se puede llegar a pasar. En mi caso, la obsesión con el caos, la muerte y todo lo que mi cabeza me vendía. Y lo peor, es que una parte de ello se hizo realidad.

La salida y la recaída: volver a casa de mis padres

Tras siete semanas de ingreso, salí del centro. Y recaí pocos días después. La idea inicial era irme a vivir con un amigo, pero tras la recaída ya no era una opción, y tuve que volver a casa de mis padres (gracias). Esto pasó el día 3 de marzo de 2020. Unos diez días después, España se confinó, y el mundo entero se detuvo. Para mí, ese parón global tuvo un efecto inesperado: al no poder salir de casa y con todo cerrado, las posibilidades de caer en la tentación de recaer disminuyeron muchísimo. Fue una pausa obligada, un alto en el camino que me permitió replantearme qué estaba haciendo con mi vida, y empezar a construir una recuperación auténtica, por y para mi.

Los primeros pasos hacia una nueva vida

Esos meses de confinamiento fueron MUY duros. Estaba lejos de mi pareja y de mi hija, en casa de mis padres y aislado de mi grupo de terapia, aunque mantenía las visitas con mi psicóloga. Me sentía solo y sentía mis miedos y obsesiones más intensamente que nunca. Pero aun así, y en parte gracias a que el mundo se paró, yo conseguí hacer lo contrario. Conseguí avanzar. Poquito a poquito. A veces con la sensación de que era demasiado lento. Pero desde entonces no he dejado de avanzar. Y así voy a seguir.

Gracias a que el mundo se paró, yo conseguí avanzar.

Lecciones de la pandemia y la DANA: la importancia de la solidaridad

Aquel parón mundial me enseñó a valorar la importancia de pedir ayuda y aceptar la ayuda de los demás. 

Al igual que lo que pasó con el covid, y ahora con las consecuencias de la DANA, algo bueno se puede llegar a sacar. Y es que aunque la clase política no pare de cagarla y cagarla, el pueblo, la gente, la clase trabajadora, es capaz de sacar lo mejor. De mostrar lo que pueden hacer las personas por y para las personas. Sin buscar nada a cambio más que poder ayudar. Pese a las muertes y destrucción, la gente se junta con un mismo objetivo, que es el de ayudar al prójimo.

Conclusión: Aprender a mirar atrás para avanzar

En mi caso me he dado cuenta de que aunque el mundo se paro, yo aprendí a avanzar. Y aprendí a mirar atrás, no para lamentarme, sino para aprender. Aprender de los errores cometidos. De dónde venimos. Y, en mi caso, de donde no quiero volver.

La pandemia, aunque dolorosa para muchos, me dio la oportunidad de detenerme y reconstruirme. Al igual que en las tragedias colectivas, creo que es importante recordar que, incluso en los momentos más oscuros, siempre podemos encontrar una luz para guiarnos hacia adelante.

Pero también para darnos cuenta de lo importante que es no sentirnos solos. De saber pedir ayuda, pero quizás más importante, de saber aceptar la ayuda que nos puedan estar aportando.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Compartir este articulo:

Artículos relacionados

Las recaídas: Lecciones, dilemas y realidades

Las recaídas son uno de los mayores temores en la recuperación, tanto propias como de quienes nos rodean. Cuando alguien cercano recae, se remueven emociones intensas y se pone a prueba nuestra estabilidad. Este artículo explora cómo enfrentarlas, el impacto que tienen en el proceso y por qué no debemos normalizarlas como parte inevitable del tratamiento.

Leer más »

Cuando el mundo se detiene: La pandemia y su impacto en mi recuperación

El confinamiento por COVID-19 fue una pesadilla para muchos, pero para mí fue una oportunidad inesperada para empezar mi verdadera recuperación. En este artículo, comparto cómo el «parón» del mundo me ayudo a avanzar, enfrentar mis demonios, reflexionar y construir una recuperación que, casi cinco años después, sigue en pie. Un relato sobre cómo, a veces, de las mayores crisis podemos encontrar algo de luz.

Leer más »
Scroll al inicio