Las restricciones en el tratamiento

Un paso doloroso pero necesario para la recuperación

Cuando empecé mi tratamiento para dejar de consumir, desde el centro donde lo inicie, me dijeron las normas que tenía que cumplir, y, la verdad sea dicha, me pareció una locura, casi sectario. Tenía que entregar mi móvil para pasar a usar un teléfono tonto de esos que solo pueden hacer y recibir llamadas, sin internet ni nada más. También tenía que cambiar mi número, cortar el contacto con mi entorno social, dejar las redes sociales y seguir unas rutinas y horarios estrictos.

Con el tiempo entendí lo importante que fue pasar por todo eso. El objetivo final era sentir el vacío que las drogas dejan al dejar de consumir, y aprender a superarlo.

Aceptar las restricciones: el primer obstáculo

Empezar un tratamiento es muy difícil para cualquiera, pero en nuestro caso, los adictos, todo se convierte en una montaña. Después de años de vivir en el caos y sumergidos en el consumo, adaptarse a un entorno controlado y estructurado parece una batalla constante contra nosotros mismos. Lo que para otros puede parecer algo básico —como apagar el teléfono, dejar de ver amigos o incluso no llevar dinero encima— para alguien en tratamiento es un reto enorme. Sentía que me estaban quitando lo poco que me quedaba de «libertad» y control, y eso genera mucha resistencia.

Cortar lazos con tu entorno, especialmente con aquellas personas relacionadas con el consumo, es imprescindible. La mayoría de nosotros, cuando empezamos tratamiento, mantenemos solo el contacto con los familiares más directos, ya que el resto genera ruido en el proceso. Más adelante, cuando estemos más fuertes, podremos valorar si queremos retomar esos vínculos. A lo mejor nos damos cuenta de que lo único que nos unía a esa gente era el consumo, y sin ello, ya no nos aportan nada.

Más adelante, a lo mejor, nos damos cuenta de que lo único que nos unía a esa gente era el consumo, y sin ello, ya no nos aportan nada.

El valor del aislamiento

El aislamiento inicial es clave. En ese momento no lo entiendes, pero es el primer paso para poder ver las cosas con claridad. Sin distracciones, empezamos a notar ese vacío que el consumo había estado tapando durante tanto tiempo. Y ese vacío es esencial para la recuperación. Duele mucho, y da mucho miedo. Pero tenemos que pasar por ahí.

Sin distracciones, empezamos a notar ese vacío que el consumo había estado tapando durante tanto tiempo.

Aprender a estar solo conmigo mismo… Para alguien que durante años había cubierto sus emociones y problemas con el consumo… ¡estar solo con mis pensamientos era aterrador! Pero también era necesario. Sentir el vacío y no llenarlo con otras distracciones fue la forma en que comencé a sanar de verdad.

La importancia de las rutinas

Durante el tratamiento, se establecen horarios estrictos para todo: a qué hora despertarse, cuándo ir a dormir y qué hacer en cada momento del día. Incluso se nos pide entregar un horario donde planifiquemos por franjas horarias, lo que haremos los fines de semana o los momentos en que no estamos en el centro de día.
Para mí, una persona que siempre había hecho lo que quería, seguir estas pautas simples, pero al mismo tiempo estrictas, suponía todo un desafío. Sin embargo, aceptarlas y pasar por el tubo, me ayudó a poner orden en una vida que hasta entonces había sido un caos.

Levantarse a la misma hora, hacer ejercicio, ir a terapia y seguir una rutina no eran solo obligaciones; eran herramientas para empezar a recuperar el control. Tener algo bajo control, aunque fuera solo mi horario, me daba pequeñas victorias diarias. Y poco a poco, esas pequeñas victorias se convirtieron en la base de una nueva vida. Además, al tener rutinas establecidas, se reduce el espacio para la improvisación, lo que evita estímulos innecesarios.

Sin escapes: enfrentar la realidad

Como buen ludópata, una de las restricciones más duras de aceptar fue la de no llevar dinero encima. Al principio, me enfadaba; me hacía sentir como un niño. Tardé mucho tiempo en aceptarlo y en dejar de enfadarme, aunque entendía que era una barrera de seguridad. Sin dinero, no había forma de conseguir drogas o alcohol en un momento de debilidad. Y esos momentos llegan. Lo que al principio sentía como una humillación, se convirtió en un recordatorio de que mi recuperación era lo más importante. Y a veces, necesitaba protección de mí mismo, porque yo he sido mi peor enemigo.

Y a veces, necesitaba protección de mí mismo, porque yo he sido mi peor enemigo.

Al final, todas estas restricciones tenían un solo propósito: evitar cualquier tipo de escape. No solo del consumo, sino de cualquier otra cosa que pudiera tapar ese vacío que deja la adicción. Porque solo enfrentando ese vacío, y no llenándolo con otras distracciones, se empieza a curar de verdad.

Conclusión: un sacrificio temporal para una vida libre de consumo

Aceptar las restricciones al principio del tratamiento es una de las cosas más difíciles que hay para alguien que busca recuperarse. Es incómodo, frustrante y a menudo se siente como una pérdida de libertad. Pero lo que aprendí, y lo que quiero transmitir, es que estas limitaciones son un sacrificio temporal para alcanzar una libertad mucho más profunda. Una libertad de la adicción, del caos y de esa necesidad constante de llenar el vacío con algo externo.

El camino hacia la recuperación no es fácil, pero cada restricción y cada límite tienen un propósito. Si estás pasando por esto ahora mismo, quiero decirte que vale la pena. Aceptar estas reglas, aunque sean duras, es el primer paso para construir una vida mucho más plena de lo que jamás imaginamos.

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